El hombre corría asustado, la tierra en venganza se abría
queriendo alcanzar sus pasos.— No hay tiempo — exclamó el hombre— ¿qué he hecho, qué te he hecho?
Queriendo encontrar el pasado he despertado la muerte, he quemado tu manto. Queriendo ser futuro he agotado tu tiempo, he sobrepasado los recursos, he minado tu aire, he explotado tu espacio. Jugando a ser Dios he hecho mío lo dado. He reformado, trastocado, cambiado, destruido y de nuevo generado. A mi antojo y voluntad, manipulando. Tú, mi proyecto de química, mi base de experimentos. Tú, mi gran juego con el que jugué a ser Dios. ¿Qué he hecho? — repetía.
Por más que corría sabía que ya no habría sitio donde esconderse, ni tierra donde refugiarse.
La tierra en venganza se abría, entre grandes sacudidas, agitaba el mundo, rugía, lanzaba fuego; no era ira era agonía, era la pena de una muerte anunciada.
Mientras la tierra gruñía agitada, quemaba el aire el sol haciéndolo irrespirable y el mar amenazaba con inundarlo todo, con no dejar ni un rastro, ni una huella de aquel hombre que durante tanto tiempo lo había castigado.
El hombre corría y corría asustado, tropezó y cayó. Inmóvil ya no pudo más que observar lo que era el fin y su fin.
La tierra continuaba abriéndose, tragándose todo lo que encontraba a su paso, borrando toda huella de vida. A punto de ser devorado, el hombre sólo dijo una palabra: “perdón”
Y el hombre despertó. Y en su cuarto entraban los rayos del sol por la ventana, oía cantar a los pájaros. Se asomó y observó un cielo azul despejado, limpio, hermoso, nunca antes lo había visto así.
Aquella mañana el hombre decidió romper sus juguetes de niño mayor y empezó a adorar lo que tenía bajo y sobre sus pies. Reunió al mundo e hizo escuchar su voz.
La gente se concienció y desde ese día la tierra dejó de ser posesión del hombre y pasó a ser libre.
Aquel día el mundo firmó un acuerdo en el que se rompían definitivamente las cadenas de esclavitud de la tierra. Los humanos se comprometieron a trabajar para y con ella y no en su contra.
El mundo se convirtió en un buen sitio para vivir.
FIN
Moraleja: aplícate el cuento.